Han pasado casi 18 años desde que se aprobó por unanimidad en el Parlamento español la Ley Orgánica de medidas de protección integral contra la violencia de género que presentó el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Una ley pionera en la lucha contra esta lacra social que sigue cobrándose cada año decenas de vidas de mujeres.
El feminicidio de Ana Orantes en 1997, tras 40 años de maltrato y exponer su caso en un programa de televisión, supuso el germen para la elaboración de esta ley estatal. Este asesinato tuvo una gran repercusión social y provocó que la sociedad dejase de ver la violencia de género como un “problema privado” de una relación de pareja y empezase a verla como un problema social que debe ser abordado desde el ámbito político.
Y desde la política se ha ido legislando y adoptando medidas de protección para las mujeres en situación de violencia, pero no es suficiente. Necesitamos un cambio social más profundo que pasa por la deconstrucción del imaginario colectivo, en el cual las mujeres son concebidas como objetos al servicio de los otros y no como sujetos de derecho.
Hablar de violencia contra las mujeres es hablar también de vientres de alquiler, de prostitución, de pornografía violenta, en dónde las mujeres son únicamente cuerpos sin identidad para ser consumidos y explotados.
La macroencuesta de 2019 elaborada por la Delegación de Gobierno contra la violencia de género muestra que el 13,7% de las mujeres ha sufrido una agresión sexual alguna vez en su vida. También vemos en los medios de comunicación como los casos de agresiones sexuales múltiples han aumentado y que los perfiles de agresor y víctima en la mayoría de casos es gente muy joven y en ocasiones, menores de edad. ¿Qué está pasando? La respuesta es que hemos dejado la educación sexual de nuestros jóvenes en manos de webs pornográficas en las que, a parte de la cosificación de las mujeres, se muestra una violencia explícita contra ellas.
Es urgente erradicar todas las violencias que sufren las mujeres porque se están vulnerando sus derechos. Una sociedad democrática es una sociedad en la que las mujeres son libres y viven sus vidas sin ningún tipo de violencia machista.